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lunes, 28 de septiembre de 2015

VIENTO DE ÉPOCA

En esos análisis de mate largo, conversa entre compañeros y tardes perdidas para siempre, se me ocurrió que había algo como “vientos de época”. Algo que sopla en el aire social, impulsa deseos y los transforma en preferencias, un algo que es netamente cultural e ideológico en la acepción que Marx le daba al término, es decir, algo de encubrimiento.

Para decirlo en concreto, ya que lo pensaba ensayando la explicación de la derrotaenlaCiudad número dos millones: había un “viento de época” que trajo al PRO a las altas cumbres de la Ciudad. Es cierto que venían montados en la escoba del juicio político y destitución de Ibarra, pero recogían en ese acto (legalmente golpista) brisas de insatisfacción tal vez, cosas que venían de antes o respuestas que no llegaban y la gente porteña quería. Consiguieron un público mudo que no obstaculizó el paso de ganso amarillo hasta  recalar en Bolívar 1. Así ocho años y en ciernes el tercer período a partir de diciembre con un no Mauricio Macri.

Aparte de representar cabalmente a  ese veintipico por ciento que es derecha-derecha vocacional y convencida, la Propuesta Republicana logró arrastrar también al treinta flotante, al ciudadano-vecino que no tiene una definición política clara y mucho menos ideológica (y que por lo tanto, toma prestada sin saber la definición hegemónica). Ese porcentaje, señor/a más señor/a  menos, quería probar otra cosa y probó y volvió a probar y quiere volver a probar la misma cosa. El cambio en la Capital se volvió algo conservador.

El “viento de época” es una mayoría circunstancial que quiere creer algo o en algo y provoca la acción (o la acción por omisión). ¿Se verifica esto? Yo creo que si, aunque no sea una explicación sino simplemente una audaz descripción. Pero sirve.

Ocurre, me parece, que mientras dure ese “clima” especial es casi inútil todo lo que se haga para cambiarlo… inútil para cambiarlo en el momento buscado, no inútil del todo. Porque el “viento” se para cuando los que le daban sustento dejan de hacerlo. Algo ocurre y todo se derrumba, de a poco o estrepitosamente.

El retiro o el debilitamiento de la protección mediática, por ejemplo. Y es algo que está pasando en estos días. Ya sea por la campaña política y la mala performance que va teniendo en las encuestas el candidato Macri, la cuestión es que viejas denuncias, antiguas investigaciones, cosas dichas y redichas hasta el cansancio (y no escuchadas) sobre la corrupción del gobierno de la CABA, de sus prácticas sociales despreocupadas y brutales, de la realidad del partido gobernante como una construcción política más que conservadora. Ahora aparecen a la luz de los reflectores, alguien (alguienes) miran.

Será porque para la concentración empresarial mediática Macri ya no representa la carta blanca de triunfo, será porque piensan que pueden minar a Scioli por dentro, será que la estrategia se diversifica al comprobar la dureza y persistencia del fenómeno peronista (en clave K). Pero el cielo lleno de globos de otrora deja ver un inquietante agujero de ozono (o de fresco, como quiera).

Dentro de la hipótesis que seguimos (siempre mate en mano), parece que se paró el viento. Definitivo, momentáneo… quién sabe. De eso se trata, de ir averiguándolo.

El de Larreta puede ser el último ciclo del PRO en la Ciudad. Sucede que el partido-ong de la derecha argentina viene comprobando límites que se creían superables, pero no. No ha podido salir de gestionar la CABA y el municipio de Vte López (hay más municipios muy menores y desperdigados, tomo los que me parecen importantes). Del Sel no pudo imponerse al Socialismo en la gobernación de Sta Fe; y no sólo eso sino que la provincia se partió en tercios verificándose la recuperación en salud de un justicialismo que venía de cúbito dorsal. De los armados multiopositores de los que participó, sólo se puede anotar el triunfo en Mendoza que fue netamente radical (y los radicales se los hicieron saber). Derrotas por doquier, eso si.

No era el escenario esperado. Faltaron a la cita la crisis económica, las marchas continuadas contra la corrupción del kirchnerismo, las marchas in crescendo por la extraña muerte del fiscal Nisman, la caída del país en un pozo más profundo que el del 2001. Más bien, ocurrió todo lo contrario y sin ser la panacea, son pocos los que quieren tirar por la borda estos doce años y todos sus logros. Aún lo que no quieren ni un poquito a los KaKa (como sin cariño se nos llama en algunos sectores minoritarios en vías de minorización), reconocen en off que les va bárbaro.

¿Entonces, no se va la dictadura K? Desconsuelo, perplejidad. Si se confirman los pronósticos y se consolida el crecimiento de Scioli-Zanini puede ser que el Frente para la Victoria gane en primera vuelta. Y a llorar a la llorería, como dice una querida compañera. Pinta depresión, pinta sálvese quién pueda, de darse la pesadilla persistente (…el hecho maldito del país burgués).

Volviendo acá, es por eso que puede ser este el último período PRO en la Ciudad. El que escribe esto dice: ¡ojalá! Y de ser así, se asoma en el borde de uno la pregunta tremenda: ¿estaremos ahí bien preparados para proponer un proyecto de Ciudad socialmente inclusiva e integrada a la Nación y a la vez con fuerte perfil autónomo? ¿Podremos?

La verdad es que no se, tengo muchas dudas. De lo otro, de la detención del “viento de época” cada vez tengo menos.


Edelmiro F.

jueves, 23 de abril de 2015

AMARIYOS



“Apenas veo el amarillo”, decía Borges en su queja cínica y burlona ante la certeza feróz de la ceguera. Algo de envidia se nos cuela en el sentimiento, ojalá apenas viéramos el amarillo… 

La cuestión, señores, es que en estos días Florida es una fiesta… una fiesta de cumpleaños. Si ud por ejemplo, se para en Av de Mayo y Perú y mira en dirección a Rivadavia verá, por el raro efecto que provoca el hecho incontrastable de que Buenos Aires no es una planicie, un sinfín de sombrillas y racimos de globos del PRO. Es la céntrica calle en la que se disputa ostensiblemente la interna entre la sufrida Gabriela Michetti y el elegido Horacio Rodríguez Larreta. Y todo es amarillo. Si hasta da ternura una mesa perdida por ahí del Frente de Izquierda subsumida en el torbellino del oficialismo porteño.

Chicos y chicas con casco de obra (amarillo) que dicen “Horacio”; chicas y chicos con remeras (amarillas) que con el pecho en alto dicen “Gabriela”. Con esa pinta de universitarios descontracturados, miembros de onegés que salvan ballenas y cuidan que no se derrame el petróleo en todos lados menos en Malvinas, bellos y bellas cool como recool es la política PRO que no parece hecha de política. Vea usted señor, así son estos chicos que no los trajo la muerte de Néstor sino la de las ideologías. “En equipo” o “eligiendo vos” va la bífida propuesta para el futuro de la misteriosa e inmisericorde Buenos Aires. 

Y un día de esos le tocó ver a uno el corso a contramano de una columna de la UOCRA que pasab por Av de Mayo, ellos con casco amarillo (pero de los que se usan para laburar) y pechera amarilla, negros enjutos y afilados, negros achinados y de profundis conurbanis que miraban a sus hermanitos de amarillo sin comprender absolutamente nada. Y vuelvían a su mutismo mirando para otro lado, que después de todo venían a reclamar por algo. 

Uno sigue en tren de paseo, va por ejemplo el sábado de un lado a otro haciendo esas cosas que quedan colgadas en la semana, va en el transporte público por Rivadavia viendo mesas y mesas y mesas amarillas (con esa franja verde tan llamativa que usan, vió), anque de tanto en tanto aparecen mesas de otros candidatos pero muy, muy menos. Y en ese aquelarre amarelo se va dando cuenta que Horatius triplica a la siempremaltratada Gabriela (iba a poner “Gabi” pero un “alto”  de alto respeto por gente con más prosapia y más honor impide rotundamente ponerlo, el que pueda entender que entienda). Hay mucho aparato, ¿no?

Pocas veces vi algo tan patético (si lo vi, pero impresiona más abril así la frase), un fulano de tantitantos años así como uno, soplando como un descocido para inflar los globos y decorar la sombrilla. El veterano ya andaba medio violeta, me di vuelta buscando al SAME pero por suerte no hizo falta porque tras una larga respirada los colores le volvieron. Repartir globos, enorme propuesta política. Dirán que es alegría, fe en el futuro, que la gente los recibe porque así manifiestan su apoyo… y tal vez tengan razón, o algo parecido. En el mismo recorrido, pero ya de a pie, uno ve y la experiencia le da un conocimiento bastante cierto sobre las miradas y actitudes corporales. En muchos morochitos repartiendo boletas amarillas se ve el billete, en algunos blanquitos que empilchan en la salada también. Cautivos de la derecha que fue de malón al sur de la ciudad y se los alzó en los carromatos que llevaban el rancho. De paso, ¿sabe usted cómo nombraba la indiada a la Conquista al Desierto de Roca? Decían “huinca malón”. Qué cosa…

Los militantes de veras (de derecha, amarillos) son esos que acomodan, señalan, controlan, pasan de sombrilla en sombrilla. Y otra cosa son las promotoras, ese reciclado estereotipo de la rubia tarada. 

Y usted pensará: ud Edelmiro es un resentido… 

Y quizá.
Edelmiro F.