Me parte el corazón.
De adolescentes, mientras yo estaba en la Fede ella era peronista, después se hizo de la Fede y yo me fui, después compartimos un delirio militante común durante la dictadura con varios otros que siguen aquí, por aquí cerca y siguen siguiendo y siguen soñando.
Me presentó a la que años después es mi esposa, y a quien, eones después, sigue siendo mi mejor amigo.
Nos perdimos el rastro, nos lo recuperamos, nos vimos en España y nos vimos aquí.
No compartíamos ideas políticas, pero sí siempre entendí que no todos vemos lo mismo, que la realidad es gema multifacética, y en determinados ámbitos podes ver determinadas cosas y no ver otras, y que lo importante, lo básico es que -yo creía- compartíamos valores, esencias.
De un tiempo a esta parte, su discurso fue degradándose, sus publicaciones fueron reduciéndose a artículos de La Nación, y los comentaristas oscilar entre el goritroskismo y del directo golpismo racista, y yo no podía dejar pasar a algunos de ellos, la violencia en el discurso, la mentira, la difamación, son cosas que me pueden. Pensaba que con mi amistad de 40 años tenía el privilegio de disentir, irónica, hasta sarcásticamente, frente a tanta ponzoña e insulto y falta a la verdad.
"Ricky, ya es la cuarta o quinta vez que agredís a mis amigos"
"Y a mí me llena de tristeza que todo lo que publiques esté basado en La Nación"
Terminó esa conversación ahí, no sé, hace mes y medio.
Ahora me dio por saber de ella, y ahora me doy cuenta.
Hay personas que andan por aquí que sé que no comparten mis ideas. Las quiero, me importa que lo sepan. Tengo familia en esas mismas condiciones y sé que no compartimos para nadanadanada las ideas, pero sé también, tanto en uno u otro caso, familia y amigos, que nuestro amor se basa en una cuestión esencial, y me importa que sepan que existe la posibilidad de disentir, incluso fuertemente; hasta podríamos pensar en esos choques como una potencial mitosis de donde salen células nuevas, más ricas, más sanas. Hay que pelear, decirse todo hasta agotarse.
Basta de esconderse. Una cosa es evitar las peleas en las mesas navideñas o en las mesas en general, la otra es esto. Contra esto hay que luchar. Contra el odio, pero también contra la vergüenza, la vergüenza de que te vean relacionándote con "uno".
"Ricky... agredís a mis amigos", borrando de un plumazo 40 años de amistad.
En lugar de preguntarse por qué, yo, quien era y soy, pienso como pienso. De todas las tareas que hay que realizar en este país en el que aún seguimos desescombrando, ésa es la más importante. Lograr que el diablo deje de impedir se hagan esa pregunta.
RH