Te llevás a sus hijos a estudiar a la metrópolis.
Fomentás que vaya mano de obra más o menos cualificada, para construir infraestructuras y seguir con la ficción del "uno de los nuestros".
Mientras tanto vas formando fuerzas policiales y militares para asegurar que la prosperidad creada por nuestras iniciativas vaya adonde debe ir y no se despilfarre entre la población local.
Cuando las tensiones inevitablemente se hagan insoportables arrasarás a todos los estamentos que supongan un riesgo presente o potencial para el flujo de prosperidad a la metrópolis. No te detendrás ante nada.
Cuando hayas acabado tu tarea depuradora, dejarás destacamentos de ideólogos e intoxicadores especializados en guerra psicológica, que continúen durante décadas su tarea de alienación.
El flujo de prosperidad a la metrópolis no debe detenerse.
El plan de invasión sigue adelante.
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