sábado, 7 de mayo de 2011

La batalla cultural

Mi querido tocayo autor del blog "Los Huevos y las Ideas" confronta atinadamente con Sarlo a través de una entrevista que se le hiciera no sé donde -vayan al blog de Ricardo y ahí lo verán-. En ella Sarlo se vanagloria de ser la autora del concepto "batalla cultural" y sentencia que el kirchnerismo ganó esa batalla. Sin embargo, esa Intelectual Tan Intelectual no nos dice en ningún momento de qué iba esa batalla, qué es lo que se dirimía, lo que habla muy mal de sus Dotes Intelectuales. Sólo dice que "había una batalla y ganaron los malos"; es cierto que no dice los malos, pero posteriormente, deja bien claro que va a votar a cualquiera menos a Cristina, usando conceptos tan lights y tirando a ambiguos como "el voto institucional".

Viene de perlas para poner en evidencia lo insustancial de la Intelectual Sarlo esta nota -para mí extraordinaria- publicada por Luis Bruchstein hoy en Página 12, titulada "Bajadas", de la que transcribo enteros unos párrafos:

...aparte de las proyecciones electorales también ha cambiado la ecuación en el debate de la cultura. Hay una hegemonía histórica que se expresó a través de los grandes medios que está claramente cuestionada. No ha sido superada ni mucho menos, pero lo que antes toda la sociedad, con muy contadas excepciones, asumía como natural, ahora está en discusión. Están en cuestión los mismos medios, porque surgió un punto de vista diferente que a su vez permite la expresión de otros más.
En los debates entre intelectuales o en columnas de medios opositores suele aparecer la queja de que ahora el kirchnerismo se colocó en situación de juez y decide quién es de izquierda o progresista y quién no. En realidad, lo que se acabaron son las franquicias. Hay espacios generados por un consenso en el que intervienen también las voces hegemónicas y hasta las academias, que otorgan esas franquicias de quién es de izquierda y progresista. No porque esas izquierdas o esos progresistas fueran parte de un esquema conservador, sino porque los conservadores son los que deciden verlos así y como ese pensamiento es hegemónico, hace aparecer lo que genera como algo natural, razonable y de sentido común. Lo que ese esquema no acepta se presenta como lo contrario a todo lo anterior: como aberrante, irracional y absurdo.


Gran parte de esa izquierda y ese progresismo recibió al kirchnerismo, atacándolo en defensa de una franquicia que le hubiera otorgado “la sociedad” como sistema hegemónico de ideas. Y lo discutieron desde ese sentido común hegemónico, con un gran desprecio y con odio: “Nosotros somos la izquierda y el progresismo, ustedes son todos corruptos o farsantes”. Los ocho años de kirchnerismo, donde se concretaron muchas de las aspiraciones históricas del progresismo y la izquierda, lo que hicieron fue poner en cuestión ese sistema de ideas hegemónico y por lo tanto la concesión de esas franquicias automáticas. No porque esa izquierda o ese progresismo no lo hayan sido o hayan dejado de serlo, sino porque no son los únicos, y además porque en determinadas situaciones demostraron que estuvieron más enfocados en mantener esa franquicia de la cultura hegemónica, o sea, más preocupados por ser “aceptados” como de izquierda y progresistas, que de actuar como tales.

Una parte de estas corrientes de pensamiento recuperó su propia voz en esos cambios de escenarios, sin coincidir con el kirchnerismo, pero tratando de alejarse de la condescendencia hegemónica, es decir, trata de no aprovecharse de ese lugar que le concedió su supuesto oponente conservador y derechista. En ese plano se establece un debate más enriquecedor de ida y vuelta.


Pero hay otros sectores del viejo izquierdismo y progresismo que han tomado al kirchnerismo como su principal enemigo. Desde ese lugar, algunos de ellos se sumaron a las concentraciones de las clases altas porteñas en Palermo durante el conflicto por la 125, o atacan cínicamente a los organismos de derechos humanos, o defienden a las corporaciones enfrentadas con el Gobierno, como Clarín y Techint. Muchos de ellos han hecho declaraciones públicas en este sentido. Ese es un espacio cuyo izquierdismo o progresismo está en discusión más allá de sus discursos o trayectorias. Son corrientes que han quedado junto a la derecha, y funcionan como izquierda de la derecha, al punto de que no tienen prurito en coordinar su accionar con la derecha en el Congreso priorizando su oposición a una fuerza que ha ocupado, pese al sentido común hegemónico que se lo negaba, un espacio en el centroizquierda.

Son escenarios todavía fluidos, donde lo que se ha logrado ha sido poner en cuestionamiento una cultura hegemónica, que sigue siéndolo. Pero ahora es posible la existencia de muchos puntos de vista. La diversificación que se genera ahora es democrática, no se trata de que haya periodistas a favor o en contra del Gobierno. Se trata de que los diversos puntos de vista que siempre existieron forjados por procesos culturales o por intereses concretos ahora están expuestos como tales. La uniformidad profesional que existía antes estaba regida por ese sentido común hegemónico. Es bueno que haya periodistas e intelectuales que piensen diferente y que cada quien lo haga con responsabilidad, honestidad e idoneidad. No es que el único profesional solamente sea el que está en contra del Gobierno. Eso es un engañapichanga de muy bajo nivel. Pensar diferente no quiere decir que uno sea periodista militante y el otro no, aunque también puede haber periodistas militantes de cualquier idea como siempre los hubo.

Excelente ¿no?

RH

4 comentarios:

  1. Ah, veo que ya lo habías hecho post.
    Excelente lo de Bruchstein y excelente lo tuyo en mi blog. Permitime que lo copie acá:

    "Intentemos entender a qué se refiere "la batalla cultural". A mí me parece que la que nosotros peleamos -y aparentemente ganamos- es aquella que recupera valores como la presencia del Estado, el valor de lo público, la comprensión por parte de la mayoría -está por verse- que acá o nos salvamos todos o será lo de siempre. La batalla cultural de la que habla Sarlo es otra: es que prevalezca la verdad o no prevalezca. Es que la mayoría sepa -de verdad- que acá hubo una camarilla que tomó el poder por la fuerza de sus empleados militares y se quedó con todo a sangre y fuego, procurando además echar sal en los cimientos de lo que era este país -al estilo de la destrucción de Cartago- para que nada volviera a crecer, más que lo que a ellos les interesara. Esa no es una batalla cultural en sentido estricto, es una batalla por la verdad y la justicia y Sarlo se inscribe a todas luces en el bando de los perdedores de esa batalla
    Porque los valores rescatados en la batalla cultural que nosotros peleamos-la libertad, la igualdad, la solidaridad, las oportunidades para todos-, si Sarlo fuera la izquierdista que dice ser, deberían ser los suyos. Pero a cambio de eso dice que si no se forma el frente va a hacer un voto institucional. Ahí pènsé que iba a votar a Cristina; pero no, ésa es Carrió, que llama permanentemente a la insumisión, amenaza veladamente de muerte a Los Kirchner y solicita la intervención de gobiernos extranjeros en nuestra Nación. Y Sarlo SABE que Carrió hace estas cosas, y SABE que los partidos liberales europeos son bien de derecha -y algunos, como el de Haider, de extrema derecha-."

    Un abrazo y gracias por la cita.

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  2. No fue Mao el autor de "batalla cultural?

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  3. Gracias tocayo! Justo iba a escribir algo sobre la nota de Bruchstein cuando lei tu post -buenísimo- y era como que se concatenaba solito.
    Jorge: no tengo ni idea ¿quién era mao? Cosa de jovatos... nosotros los jóvenes estamos en otra....
    Un abrazo!
    PD: Lo de Mao era la revolución cultural... Le debe haber quedado a la Sarlo del PCR. (se habrá olvidado convenienetemente de cuando repartían juguetes junto con López Rega)

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