Cada tanto le entran a algunos de los nuestros, 678 incluido, la tiritona de que nuestra comunicación es mala, que no sabemos comunicar, etc. Que a veces no sabemos interpelar a la sociedad. Puede tener una parte de verdad, pero creo que no en el sentido que expresan nuestros amigos.
Por un lado, decir que no se puede acertar siempre, eso lo sabe cualquiera. Pero en segundo lugar, hay muchos factores, y la mayoría no dependen del gobierno ni de sus comunicadores. Uno puede y debe ir adaptándose, pero debe asumirse que hay momentos en que esto es imposible.
Hay momentos históricos en los cuales lo único que se puede hacer es abrir el paraguas, hasta que escampe. No hay otra. Uno no puede estar preparado para todo, entre otras cosas porque sería un hipócrita y este gobierno puede tener muchos defectos pero hipócrita no es, y los que lo apoyamos tampoco.
Cuando los demás, medios, oposición y una parte de la sociedad entran en pánico o corrientes neuróticas uno debe eventualmente replegarse discursivamente hablando, y no contribuir intentando hacer entender a sectores momentáneamente perturbados lo que por su momentánea perturbación son incapaces de entender. Quizás a veces fallemos en eso; nuestro entusiasmo, nuestro apego por "la verdad" (entrecomillo porque no hay verdades absolutas, pero si es cierto que nosotros la valoramos de verdad) hace que nos hiera y nos haga saltar que se falte tanto, pero tanto a la misma, o sea, a la verdad.
Quizás nos convenga perder de vez en cuando. Sobre todo, que los otros "nos vean" perder, que crean que perdimos. Ésa quizás sea nuestra asignatura pendiente, aprender a "administrar" nuestras derrotas. Asumir y hacernos cancheros en eso de que, como de vez en cuando hay que perder por pura estadística, seamos lo suficientemente listos como para elegir cuándo perder. Como las voladuras controladas de esos edificios que se ven en los documentales. Elegir cuándo perder te permite muchas cosas, te permite regenerarte limpia y discretamente, cambiar de piel, curar las heridas, corregir tus defectos, mejorar en defintiva, volcar todo eso en tus representados, en la sociedad que es motivo de tus desvelos. Ser piola, ser sabio. Cada tanto, un pasito atrás para volver a tomar impulso. Porque empeñarse en volver a sincronizar un péndulo que comenzó a oscilar de cualquier manera, es imposible. Hay que entenderlo. Lo que se hace, es esperar a que pare, sin tocarlo, y ahí, volver a darle el impulso correcto, alineado, para que el gran reloj vuelva a andar.
Así es como se me acaba de ocurrir, que puede que sean las cosas.
No sé, se me ocurre.
Por un lado, decir que no se puede acertar siempre, eso lo sabe cualquiera. Pero en segundo lugar, hay muchos factores, y la mayoría no dependen del gobierno ni de sus comunicadores. Uno puede y debe ir adaptándose, pero debe asumirse que hay momentos en que esto es imposible.
Hay momentos históricos en los cuales lo único que se puede hacer es abrir el paraguas, hasta que escampe. No hay otra. Uno no puede estar preparado para todo, entre otras cosas porque sería un hipócrita y este gobierno puede tener muchos defectos pero hipócrita no es, y los que lo apoyamos tampoco.
Cuando los demás, medios, oposición y una parte de la sociedad entran en pánico o corrientes neuróticas uno debe eventualmente replegarse discursivamente hablando, y no contribuir intentando hacer entender a sectores momentáneamente perturbados lo que por su momentánea perturbación son incapaces de entender. Quizás a veces fallemos en eso; nuestro entusiasmo, nuestro apego por "la verdad" (entrecomillo porque no hay verdades absolutas, pero si es cierto que nosotros la valoramos de verdad) hace que nos hiera y nos haga saltar que se falte tanto, pero tanto a la misma, o sea, a la verdad.
Quizás nos convenga perder de vez en cuando. Sobre todo, que los otros "nos vean" perder, que crean que perdimos. Ésa quizás sea nuestra asignatura pendiente, aprender a "administrar" nuestras derrotas. Asumir y hacernos cancheros en eso de que, como de vez en cuando hay que perder por pura estadística, seamos lo suficientemente listos como para elegir cuándo perder. Como las voladuras controladas de esos edificios que se ven en los documentales. Elegir cuándo perder te permite muchas cosas, te permite regenerarte limpia y discretamente, cambiar de piel, curar las heridas, corregir tus defectos, mejorar en defintiva, volcar todo eso en tus representados, en la sociedad que es motivo de tus desvelos. Ser piola, ser sabio. Cada tanto, un pasito atrás para volver a tomar impulso. Porque empeñarse en volver a sincronizar un péndulo que comenzó a oscilar de cualquier manera, es imposible. Hay que entenderlo. Lo que se hace, es esperar a que pare, sin tocarlo, y ahí, volver a darle el impulso correcto, alineado, para que el gran reloj vuelva a andar.
Así es como se me acaba de ocurrir, que puede que sean las cosas.
No sé, se me ocurre.
RH
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