jueves, 1 de diciembre de 2011

Psiconomistas y econópatas

Tanto Premio Nobel de Economía entregado a científicos -Milton Friedman y sus cómplices- por sus teorías acerca de la economía de las naciones -lo cual debe querer decir que sus análisis, sus descripciones y sus propuestas de intervención (o no) en la economía, son cercanos a la infalibilidad,  es el Nobel, ché- y resulta que, a pesar de tanta infalibilidad, las naciones sufren y sus gobiernos se derrumban.

Y a la hora de explicarse, a la hora de justificar por qué sus teorías no funcionan eternamente -que es como debe(ría) hacerlo una teoría premiada con el Nobel-, a pesar de que se les dio todo lo que quisieron a sus deus ex machina -los inversores-, toda la ciencia de los Nobeles no fue suficiente. Les falta a aquellos-los inversores- el ingrediente secreto...

LA CONFIANZA

Así que, si el problema es de confianza, no de realidades económicas duras, sino de "gestos" , de "mensajes", de "señales" y cosas así, lo que hace falta son...

PSICONOMISTAS

Usté me dirá "es que no existen". Bueno mire, yo le digo lo que hace falta.

Imagínese entonces si, siendo que no existen, alguien agarra y los inventa. Junta un par de maestrías, o simplemente agarra economistas que por el fracaso de sus teorías económicas hayan ido mucho a un psicoanalista, entonces se los considere preparados y, ahí va, ya tiene los psiconomistas. Entonces los larga por ahi. El problema con los psiconomistas es el de siempre, usté se podrá encontrar con buenos, regulares o malos. Y también, no valdría cualquier psiconomista; lo agarra uno lacaniano y puede estar años hasta saber  por qué, pero quién sabe si sus psiconomizados recuperarán la confianza alguna vez. Y como siempre en estos casos, cuando sepa de qué clase son, ya será tarde; porque después de un tiempo de prueba, de tanteo, naturalmente fracasarán en su intento de recuperar la confianza de los inversores.

No hay manera de recuperar dicha confianza, porque la verdad, ésta nunca existió. Es de esos casos en los cuales los interlocutores hablan dos idiomas diferentes, y por circunstancias que van desde el malentendido involuntario hasta el oportunista, uno dice -en este caso- "confianza", y el otro dice "sí, eso, eso". Y la escena que sucede entonces es media fuerte, no siga si no tiene el estómago preparado. 

Porque lo que pasa es que el que "recibe" la confianza es devorado miembro a miembro por el que "da" la confianza. Y que cuando la carne que queda en el cuerpo "confiado" comienza a estar medio difícil de acceder -debajo de un omóplato, o contratada en un ministerio como empleado público- ahí se le empieza a acabar la confianza al que la "da" -paradójico-. Y el que la "recibe", ante semejante pérdida dice "esperá esperá que me pongo así a ver si llegás mejor". Y trata de acomodarse en escorzos imposibles para saciar mejor al que deja de confiar. Después de entregada la masa muscular comienza a ceder sus entrañas, y ahí la cosa se pone peluda, porque si bien laxas, hasta el momento la cosa tenía sus reglas. Superado este punto, éstas desaparecen, porque el que creyó que recibía la "confianza de los inversores" y fue entregando su cuerpo -el bienestar de su pueblo, de sus gentes- para conservar ese don, -lo dado, la "confianza"- vemos que en realidad cayó en manos de econópatas. Fue econopatiado hasta quedar hecho un saco de huesos.

Y ahora resulta ser que el mundo cayó en manos -en las garras, en las fauces- de los econópatas.

Y a eso se dedican por estos lares pedsonajes como Bonelli -sólos, o en compañía de otros-: a econopatiarnos todas las veces que han podido y pueden. Qué paradoja, tenemos que darles las gracias porque por una vez tuvieron razón en algo: la Argentina está fuera del mundo, de ese mundo por lo menos. En parte porque nosotros fuimos los primeros econopatiados, ya habían descartado nuestros despojos, y ahora, mmm, bueno, lo intentan, pero estamos algo más avisados. A pesar de los pedsonajes como Bonelli.

Volvamos a los psiconomistas.

A priori, como neologismo emergente de esta crisis suena menos amenzante que econópata.

Pero no se hagan ilusiones; en el idioma que se habla en donde se toman las decisiones de econopatiarnos -"nos" involucra a todo el género humano-, ya no suena tan bien:


Da un poco de miedo, ¿no?

Y está bien que así ocurra, así se pone distancia; no hay espacio para dar ni recibir tantas confianzas.

PD: Ya habrá nuevas entregas sobre psiconomistas y econópatas: esto no va a quedar así.

RH

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