jueves, 31 de mayo de 2012

Periodismo: daños colaterales


Esto que voy a contar es sólo una impresión nocturna. Pero es cierto que, en definitiva, aunque creamos que hablamos de hechos objetivos, de todo de lo que hablamos es siempre de eso: de impresiones.

En el canal Encuentro, esa para mí piedra fundamental de lo que significa este Gobierno, de lo que significan sus intenciones, están dando los lunes un programa de la BBC titulado "Los grandes pensadores en sus propias palabras", en el que se presentan, pues eso, pensadores del siglo XX en programas que hacía la BBC en los 60.

En el que pasaron el lunes, que si no me equivoco fue el capítulo "Humano, demasiado humano", desfilaron entre otros Margaret Mead, Desmond Morris, Jane Goodall, Richard Dawkins, Y ahí pasó lo que quiero referir, lo de la impresión y todo lo demás, y que es lo siguiente: primero en el caso de Jane Goodall, con su relato de que entre los chimpancés, con los que había convivido 2 años en Africa, y en los que describía graves hechos de violencia, como posteriormente y de forma más acentuada cuando Richard Dawkins se presentó a discutir su teoría sobre "el gen egoísta", este último contaba como le costó elegir el título porque sabía que "se le echaría encima la prensa". Y por más que se empeñó en explicar que no significaba que los humanos tuviéramos un gen egoísta, sino que animales, plantas y humanos por igual somos vehículos que usan los genes para perpetuarse, pero que si bien esto es así, nosotros-los humanos- podemos saltarnos este condicionamiento, y blblabla. Dio igual: la prensa se le echó encima, al igual que con Jane Goodall, que más o menos fue acusada que, si publicaba sus experiencias, algoa así como que estaría legitimando la violencia entre los humanos.

Bueno, a lo que iba, a la impresión: personas que dedicaban su vida a la investigación, a quemarse los sesos, teniendo que dar cuenta ,y peor, siendo juzgados y condenados por personas que no tienen ni idea de lo que hablan estos estudiosos más que por "el título" de lo que exponen, y logran condicionarlos y cuestionarlos por sus complejísimas teorías y/o experiencias en programas televisivos de media hora de duración.

Y esto que relato, en la supuestamente ecuánime BBC. En los libérrimos 60.

O sea, lo de siempre.

Por eso son tan extraordinarios los tiempos que vivimos.

Porque esos que monopolizaron la palabra, el sentido común, se van transformando en innecesarios.

Amén de evidenciarse como altamente perjudiciales.

Casi tóxicos, diría.

RH

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