Mire que hoy me iba a poner a escribir sobre eso, cabreado con las desubicadas palabras de la desubicada tocaya de la jefa, sobre si no es hora de romper con el FMI, especular con que si no sería una táctica lo de pedirles consejos para hacer un índice para después ponerlos en evidencia...
Y al final no dije nada, pensé "si la jefa dice algo bien, y si no dice nada, también, mañana será otro día".
Y la jefa agarró nomás y dijo. Le agarró de volea a la del FMI lo de la tarjeta roja y le cantó las cuarenta, que es en otro deporte pero un juego también al fin y al cabo en el cual se remata por sorpresa.
Es que hay que tener desvergüenza mire lo que le digo, porque en la misma declaración la Christine del FMI, la mandada a guardar amenaza a nuestro Gobierno con sacarle la tarjeta roja con las estadísticas, y ¿no va y dice en la misma declaración que van a corregir sus propias previsiones sobre la economía mundial, las del FMI, las de la falsa institución que dirige? Vea qué paradoja jodidamente sonrojante la de la tarjeta roja, hablamos de una institución que desde su nacimiento se pasó corrigiendo previsiones y eso significa que siempre estaban mal, y te amenazan con el fin del mundo porque dicen que hacés mal las tuyas simplemente, y lo dicen porque tus cifras no coinciden con las suyas, las que siempre tuvieron que ser corregidas.
Qué poca vergüenza oiga.
Entonces, ahora me juego, para mí pedirle asesoramiento al FMI para construir un nuevo índice fue un pequeño acto de sadismo lúdico, casi inocente, un decir "¿averaveraver si esta que es fácil la sabés?". Sabiendo ya, de antemano, que ni esa la iban a saber.
Y seguro sabiendo encima también que se iban a ir de boca, justo justo, cuando la jefa iba a hablar delante de todos los dirigentes del mundo. No me diga si no estaba todo calculado.
La jefa es una genia. Si a la finá, también va a arreglarle las cuestiones al mundo también.
Una grossa.
Y al final no dije nada, pensé "si la jefa dice algo bien, y si no dice nada, también, mañana será otro día".
Y la jefa agarró nomás y dijo. Le agarró de volea a la del FMI lo de la tarjeta roja y le cantó las cuarenta, que es en otro deporte pero un juego también al fin y al cabo en el cual se remata por sorpresa.
Es que hay que tener desvergüenza mire lo que le digo, porque en la misma declaración la Christine del FMI, la mandada a guardar amenaza a nuestro Gobierno con sacarle la tarjeta roja con las estadísticas, y ¿no va y dice en la misma declaración que van a corregir sus propias previsiones sobre la economía mundial, las del FMI, las de la falsa institución que dirige? Vea qué paradoja jodidamente sonrojante la de la tarjeta roja, hablamos de una institución que desde su nacimiento se pasó corrigiendo previsiones y eso significa que siempre estaban mal, y te amenazan con el fin del mundo porque dicen que hacés mal las tuyas simplemente, y lo dicen porque tus cifras no coinciden con las suyas, las que siempre tuvieron que ser corregidas.
Qué poca vergüenza oiga.
Entonces, ahora me juego, para mí pedirle asesoramiento al FMI para construir un nuevo índice fue un pequeño acto de sadismo lúdico, casi inocente, un decir "¿averaveraver si esta que es fácil la sabés?". Sabiendo ya, de antemano, que ni esa la iban a saber.
Y seguro sabiendo encima también que se iban a ir de boca, justo justo, cuando la jefa iba a hablar delante de todos los dirigentes del mundo. No me diga si no estaba todo calculado.
La jefa es una genia. Si a la finá, también va a arreglarle las cuestiones al mundo también.
Una grossa.
RH
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