miércoles, 2 de abril de 2014

LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO

Si la "inseguridad" te la producen "los negros", que traducido viene a ser "los otros", que traducido viene a ser "el enemigo", es que estás en una guerra, y si estás en una guerra... estamos en una guerra.

Yo creo que estamos en una guerra.

Creo que siempre estuvimos en una guerra.

Por decírtelo de una de las maneras posibles: en Pavón, batalla pardójica en la cual ganó quien perdió, o sea Mitre, nunca se firmó una paz, ni siquiera una tregua. En realidad, puede decirse que la batalla no terminó, nunca.

Quizás lo que ocurra sea que la batalla de Pavón siga, eterna.

Que la batalla de Pavón sea nuestro extremosureño agujero espacio-tenporal, como el de las pelis de ciencia-ficción, que va succionando, uno tras otro, todo intento de vertebración, de comprensión.

De paz.

El primer acto post- Pavón fue la masacre de Cañada De Gómez, en la cual el casi borgeano oriental Venancio Flores, sicario de Mitre, degolló a 400 tipos que encontró dormidos, de un ejército que se retiraba, que volvía a sus pueblos.

Eso...¿no podría ser catalogado como un "hecho de inseguridad", usando los baremos suyos?

Sólo de ahí, podrían, qué se yo, haber quedado ¿250, 300 viudas? ¿150 chicos sin padre? Chicos que más tarde o más temprano supieron quién y cómo habían matado a su padres.

¿Cuántas veces podrían repetirse esta cuenta en la historia argentina?

Poco después, hubo leva obligatoria para la guerra del Paraguay. Las provincias cuyanas se negaron a participar en esa guerra injusta. Entonces Mitre mandó a reprimir, a matar, a obligar. Se produjo una batalla, cuyo nombre no recuerdo ahora por ser ninguneada, y esa batalla fue la con mayor cantidad de contendientes que tuviera lugar en territorio argentino.

Una batalla cuyo único fin fue obligar a un pueblo a verter sangre de otro pueblo en nombre intereses totalmente ajenos, mezquinos.

Ganaron los mitristas, naturalmente.

Y la batalla de Pavón siguió abierta, y los que perdieron siguieron ganando.

Y siguieron matando.

Y penetraron profundamente en el territorio, cercaron, y comenzaron a absorber los recursos rumbo a los puertos., a ultramar, a las metrópolis ávidas, sedientas, cruelmente hipócritas en su civilidad.

Las ciudades aspiradora estaban en marcha, y las eternas víctimas de Pavón, de Cañada de Gómez, fueron y van detrás de los recursos esquilmados, y se hacinan a los bordes de las ciudades depredadoras, desesperados, a veces odiando a quien nunca dejó de tratarlos de enemigos. Buscando las migajas de lo que a las aspiradoras les sobre. Tomando por la fuerza como manifestación última de su postración de grupo humano despedazado, exterminado por su otredad.

Y Pavón siguió abierta, y mató en la Semana Trágica, y mató en la Patagonia Rebelde, y mató en el bombardeo de la Plaza de Mayo, y en las dictaduras.

Hoy comenzó a matar en los linchamientos.

No es "justicia por mano propia". No hay "mano propia" en una multitud. Y no hay justicia sin juicio.

Esa multitud sigue el dictado de Pavón, de la guerra interminable.

Del enemigo que te da miedo, del que estás esperando que te dé una excusa para degollarlo dormido.

Desde el comienzo de la batalla de Pavón, los mercaderes del terror sembraron los sueños de los habitantes de estos suelos de pesadillas. De excusas para seguir degollando.

La guerra del fin del mundo entró en otra fase. Entra en otra etapa similar a la de la "conquista del Desierto"; en que "el indio" fue denigrado, sus incursiones, exageradas, y finalmente, exterminados hasta que apenas quedó testimonio de su paso por esta tierra.

Crear el clima de zozobra, de pánico, y después conquistar, arrasar, tomar esos territorios.

En nombre de la civilización.

Esa que te da "seguridad".
RH

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