domingo, 15 de febrero de 2015

DESFILE DE CARNAVAL

Salir un rato a tomar un café con leche, promoción tres finitas medialunas de grasa, jugo de naranja. Promoción, 36 pesos.

No sé cuánto hace que no lo hacía, debía costar 22 pesos.

El lugar, moderno. nombre anglosajón. Alrededor, clarines por todas las mesas. A la hora de la cuenta "con el club La Nación, descuento de...".

Como todos estos días, nudo en la barriga. Y de pronto, caer, en eso que recaigo, una y otra vez (Cortázar, Me caigo y me levanto).

El extranjero. El sentirse extraño, in-deseado. Alterado.

Pero hoy, la iluminación, imperfecta, Irrealizable tal vez. Pero el pie de "la idea" que comienza a despegarse del suelo para enfrentarse al cedazo de "lo posible". A ver qué logra atravesar.

Lo dicho, la iluminación. Los desfiles de la comunidad irlandesa en EEUU. los del año nuevo chino, que (nada) casualmente, es ahora mismo.

O.. los de Carnaval, que (menos aún, nadamente) son también ahora mismo.

Momentos en los cuales uno, que no es irlandés, ni chino, y no participa en los de Carnaval por vergüenza o falta de lo que sea que haya que tener .

Y ahí, cuando este escriba está escribiendo intentando acercarse a eso que allá en el fondo refulge negramente , "Carnaval" se va sobreponiendo a lo irlandés, a lo chino. Porque aparecen mascaritas, disfraces. Caretas. La impostura como deber.

Y lo que para unos es un deber, los otros, los receptores de la impostura, estamos ante "lo esperado".

Así que, al "saber", al "esperar", el nudo de la barriga comienza a desatarse.

En Carnavales, la impostura es un deber que desfila.

Y entonces sigue el hilo el acercamiento ideal, el calzarse a "lo esperado", es hacer honor al desfile. Ir a verlo pasar, sonrientes. guiñando el ojo a cada mirada de desfilante con que la propia se cruce.

Asumir, aceptar que esa comunidad -que nos es más extraña en los hechos que la irlandesa o la china-, tenga su gran día de Carnaval.

Que represente esa gran impostura en silencio o a los gritos, que puedan incorporarla a su Gran Mitología.

Y que nosotros seamos su público. A todo lo largo del desfile. Mostrando nuestro placer, nuestro beneplácito por el buen drama y la buena comedia. Y que al final, si hay apoteósis, podamos vivar a los protagonistas, llevarlos en andas.

¡Quién sabe cuánto tiempo, décadas tal vez, llevan ensayando para ese día, las distintas cofradías que desfilarán!

Eso, se me ocurrió ante el café con leche, las medialunas de grasa bien finitas, el jugo de naranja. Los extranjeros de un lado, los impostores del otro. Estaría bueno. eso sí, hacerlo es otro cantar. Nosotros también tendríamos que practicar mucho.

Pero por ahi, para otro Carnaval, con tiempo...

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