ESTACIÓN ECHEVERRÍA

Por esas líneas rectas que da la vida de vez en cuando fui a parar al lado de la entrada del subte de Echeverría, "inaugurado" ayer. Tenía que cargar una cosa pesada en el techo de mi noble corcel, novena generación de renault con portaequipaje en edad de merecer recambio, y mientras aseguraba el mamotreto en su lugar podía oir, divertidísimo, como uno tras otro, matrimonios mayores, familias e individuos en soledá llegaban embelesados a la entrada súbtica a ver La Gran Obra. Y rebotaban "¡Cómo que no funciona! ¡Si lo inauguró ayer!". Uno, tras otro, como gotas de lluvia que caen sobre mi cabeza (Bacharach- Davis, 1969), "plin, plin, plin". Uno tras otro, sorprendidos, riéndose unos como confirmando, algo perturbados otros, como comenzando por fin a hacerse "la" pregunta que deberían haberse hecho hace 6 años ya, y por supuesto alguno que justificaba todo, que la 9 de julio ahora era una maravilla por que -lo juro- "ya no había que tomar taxi", y que ahora el parque Centenario era una maravilla por que -lo juro- "ya no venden garrafas", y -lo juro- "si iban hasta con auto, a vender garrafas" , y también -lo juro- "vendían choripanes, imagínese que se le metan ahí" (señalando un negocio de electrodomésticos) "a comer un choripán". Me lo imaginé, y no me pasó nada. Pero no somos todos iguales, gracias a dios. En cualquier caso el goteo incesante siguió, y debe seguir ahora.

La conclusión es que el duranbarbismo es realmente muy acertado en eso de captar las tilingas y algo ingenuas almas porteñas, pero que, a la corta o a la larga, un inútil te arruina el mejor plan.

Ya estoy en casa. Pero sigo escuchando en mi cabeza el "plin plin plin" y me sigo riendo.

RH