¿Qué
sooomooooss?
¡kirchneriiiissstasss!
¿Qué
quereeemooooss?
¡Ganaaar
la Ciudaaaad!
¿Cóooomo
vamos a haceeerloooo?
Eeeehhhhh….
¿Por
qué no ganamos la Capital?... ¿por qué el Frente para la Victoria no puede
ganar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires?
Esta
pregunta de fondo -aún sin respuesta aceptable- nos ha perseguido como una
sombra antes, durante y después de cada elección. LA que viene no será la
excepción; es mejor que podamos comenzar a responderla y pronto porque los
tiempos electorales ya comenzaron a rodar. El 26 de abril próximo serán las
PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias); el 5 de julio la
elección de legisladores (la mitad del cuerpo, es decir, 30 bancas) y Jefe-vice
Jefe de Gobierno; y el 19 de ese mismo mes la segunda vuelta para las última
categoría de no haber obtenido el 50% más uno de los votos en el primer turno.
Así
las cosas, saber por qué no se gana y qué debe hacerse para ganar es un asunto
de máxima importancia. No podemos ya –piensa este fulano- blandir a nuestro
eterno y perdedor candidato D. Filmus que, encima, es el mejor que hemos tenido
(conservó un nada desdeñable 30%, que tampoco alcanza), para sacarlo al frente
de nuestros votos como si fuera el Cid Campeador. Candidatos hay, buenos y variados
(tenemos preferencias, pero no es ese el objeto de la reflexión).
¿Cómo
nos hemos explicado hasta ahora esta persistente renuencia al triunfo?
Dice
uno por ahí: “la Ciudad de BA es históricamente antiperonista”. Y como el
kirchnerismo es esencialmente peronista, corre con la misma suerte que
cualquier peronismo. Eso es porque la Ciudad ha sido históricamente radical. Es
cierto que su primer Jefe de Gobierno electo fue un radical (Fernando de La Rúa);
pero es cierto que antes, cuando se dependía del PEN y del Congreso de la
Nación, desfilaron conservadores de toda laya, radicales y peronistas.
Ahora
si por antiperonista queremos decir “gorila”, es posible que sociológica y
burdamente estemos arrimando un bochín casual. De todas formas, la fobia al peronismo
no es de tal magnitud como para justificar el no triunfo, vale si como elemento
a tener en cuenta. Habría que pensar en Germán González (ganador de elecciones
legislativas nacionales por el peronismo en épocas de Menem) y, por qué no en
gente como Santilli (senador) y Ritondo (vicepresidente 1° de la Legislatura
porteña), ambos “peronistas” del oficialista PRO.
Si
alguno me dice que entonces la gente se banca peronistas sólo si se parecen a
liberales (o lo sean), estamos de acuerdo, al menos en principio.
Como
razón, no me parece muy sólida, vamos a otra: “al electorado de la Capital, no
le importa lo ‘público”, porque no usan los hospitales ni la educación pública.
Lo “público” ha quedado para los pobres, los marginados, los extranjeros
latinoamericanos residentes y sus hijos. Algo así como decía ese gran líder
ignorado, Eduardo Duhalde el Malo: “para los ricos el mercado y para los pobres
el Estado”.
Dado
que el FPV se distingue por una fuerte defensa de lo público y un
fortalecimiento de la gestión estatal, ahí estaría el entuerto. Pero ocurre que
le han dado esta gestión estatal a un partido como el PRO que tiene su visión
de lo público con la que muchos (mayorías circunstanciales pero mayorías al
fin) coinciden. Esto es un “espacio público” que coincide con parques, plazas y
jardines, veredas… cuestiones municipales que la gran política suele ignorar.
La reja tan denostada (con total justicia) es un símbolo de ese espacio
“protegido”, resguardado, en el que la familia y el ciudadano podrían hacer uso
de su capacidad de ocio sin molestias ni problemas. Mucho ojo con tratar lo
público como un “ser” y olvidar que también es un “estar”.
Hay
un convencimiento sobre la incapacidad del Estado para mantener abastecidos y
funcionando hospitales y sistemas de salud (paradójicamente el SAME, del que se
tiene buena imagen en general, también está gerenciado por el Estado). Estado
porteño que hoy está dirigido por el PRO, y sin embargo la opinión antiestatal no
ha variado lo que en principio sería una contradicción, pero bué (y van…).
En
cuanto a escuelas y colegios estatales, se teme a la ola incesantes de huelgas
y faltazos de los docentes que, como se sabe, están avalados por un Estatuto
que les permite toda clase de tropelías. En este caso, el tema se inscribe en
una clara vocación antisindical de buena parte del electorado capitalino, más
que en la cuestión del tipo de gestión de que se trate.
Tampoco
me parece esta sea una razón de peso suficiente…
Entonces,
más argumentos: “el electorado se deja llevar por cuestiones marketineras y no
ve los problemas de fondo”. Lo que digo siempre, son tarados. Las cuestiones de
fondo podrían ser los enormes desplazamientos de población sobrante (léase
“pobres”) hacia lejanos cordones del conurbano bonaerense; la fuerte presión
del negocio inmobiliario; el acrecentamiento sin pausa del endeudamiento de la
CABA, siguiendo con muchos importantes etcéteras.
Los
vecinos valorarían obras como el Metrobús que les ahorran minutos preciosos
(que pueden significar cobrar el premio por puntualidad/asistencia), por el
artilugio de armar carriles exclusivos para los bondis de siempre y llevando
las paradas de dos a cinco cuadras.
Los
vecinos disfrutan paseando por un Norte bello, Palermo por ejemplo, mientras el
Centro y Sur de la Ciudad se degradan sin parar. Cierto, pero pasean por el
Norte, se dijo, ¿por qué habrían de pasear por lugares feos?
Razones,
razones, y ninguna que explique…
Vendría
a ser que el electorado de la Capital es gorila, veleidoso, una basura de
gente… liberales, fascistas. No digo que algo de todo esto no sea parcialmente
cierto, pero de ser así absolutamente lo que deberíamos hacer es irnos a otro
lado y tratar de aislar a esta manga de hijos de puta para que no contaminen al
resto del país. Un elitismo al revés.
Dicho
todo esto (y mucho más que el decoro recomienda no escribir, máxime si uno
busca juntar voluntades), no podemos ir al electorado con la propuesta de “usted
es un hijo de puta, y votarnos sería un buen comienzo para dejar de serlo”.
En
primer término, los males existen, no estamos locos. El Estado del
neoliberalismo representado por el macrismo ha puesto a la Ciudad en una
peligrosa situación. Deuda, falta de controles, corrupción, super negocio
inmobiliario, todo eso ocurre y empeora. Ocurre que el macrismo le ha dado
respuesta a muchos temas que los porteños reclamaban…
Hizo
la Policía Metropolitana, y la gente lo quería. Es cierto que se formó con
retazos de la dictadura y mano de obra desocupada de la bonaerense. Es cierto
que es brutal, ineficiente y temible si se mete a reprimir la protesta social.
Pero los ven por la calle y algo los calma. Encima, haberla hecho a contramano de la Nación (se fogoneó
hasta el cansancio esta “certeza” ) vale como virtud de independencia. La
Ciudad amarilla aparece como la maltratada por un kircherismo revanchista que
espera que los problemas de seguridad le revienten en la cara al hijo de
Goldsilver. El lo resolvió, en lugar de llorisquear porque no le daban los
recursos (y bastante berreó).
Con
el quilombo de manos y contramanos, doblemanos y el rediseño del microcentro
(que quedó bien), lograron alguna efectividad.
¿Marketing?
Claro que hay, es el gobierno en obra permanente que inaugura lo propio, lo
ajeno, lo electoral y todo lo que puede. Lástima que no lo hagamos nosotros.
Aparte
de nuestras ingenuidades (pensar que Mauricio es Macri, como para desenmascarlo
y encima suponer que es un inepto que no entiende nada… y la verdad es que nos
está sodomizando desde hace siete años), cargamos con un piano por Florida.
Digamoslo: la gestión del progresismo aliancista con ser superior en muchos
puntos al gobierno actual, fracasó y terminó en tragedia. No es fácil,
entonces.
Algunos
opinan que hay que parecerse, es decir, tomar un poco de lavandina. Sería un
grave error, el original siempre va a ser el neoliberalismo, por más que nos
disfrazaramos de turros con compostura no nos sale (y es una suerte).
Tenemos
una nueva oportunidad de comenzar a plantar una fuerza sólida y coherente en la
Ciudad. Porque, salvo que ocurra un milagro, no vamos a ganar.
El
kirchnerismo de la Ciudad es heterogéneo, está conformado por el peronismo (con
un PJ que supo ser de los que se sentaban al fondo del aula) que va a mejor;
por el progresismo experimentado y que aprendió de los errores (propios y
ajenos); por retazos de alfonsinistas que no se entregan al aquelarre de la
UCR. Una composición sumamente interesante.
Arrancamos
con un piso alto (o que no es bajo). Siempre se dijo, mal y pronto, que la
Ciudad era un 30% progre (metían ahí al peronismo), un 30% de derecha
convencida y un resto flotante que iba de uno a otro y conformaba mayorías. No
veo que haya cambiado demasiado, por más que las circunstancias pendulares le
den una mayoría a la derecha.
Eso
si, debemos ser quiénes somos y mostrarnos así. Somos kirchneristas (en
general), con un proyecto nacional que fue probado durante doce años y algo
tenemos que decir. Digámoslo. Mostremos un programa y una fuerza militante.
En
un tiempo –si no es ahora- podemos pasar de ser la Ciudad amarilla decorada de bicisendas
y carriles de metrobús a una Autónoma y a la vez Ciudad Federal de todos los Argentinos.
Una Buenos Aires “atendida por sus dueños”.
Edelmiro F.